domingo, 30 de junio de 2013

Porque hoy España juega otra final y dedicado especialmente a Nacho Saas, que me ha regalado los oídos como nadie en su comentario al artículo sobre el España-Brasil, os dejo aquí esta broma hiperbólica que publiqué en el libro Un balón envenenado, de la editorial Visor.



INIESTA Y DIEZ MÁS



El gol de Maradona a Inglaterra es Neruda.
En los poemas de Auden se ve jugar a Cruyff.
Zidane fue un García Lorca que esquivaba las balas.
Iríbar fue la nieve negra de Paul Eluard.

Un eslalon de Messi es un verso de Borges
y Cristiano Ronaldo, Pessoa entre los lobos.
Beckenbauer fue Rilke saliendo de un castillo.
Romario era Anna Ajmátova conquistando Moscú.

Por lo visto, Di Stéfano y Pelé fueron Shakespeare.
Pero Iniesta es Cervantes y en España es lo más:
el Quijote y su gol contra Holanda en Sudáfrica
son las mejores obras que ha dado este país.


sábado, 29 de junio de 2013

(Mi artículo de hoy en El Mundo sobre la final de la Copa Confederaciones)



Con valentía pero sin miedo


   No existen los equipos invencibles pero ninguno está más cerca de serlo que aquel que logra ganar a sus rivales incluso cuando juega peor que ellos. Y eso es, exactamente, lo que hizo España en su semifinal del otro día contra Italia. Así que ahora ya sólo nos queda lograr el otro cincuenta por ciento  de la hazaña, que es vencer a los jugadores de Brasil y, sobre todo, a su uniforme: en el mundo del fútbol, ningún color pesa tanto ni es tan difícil de borrar como el amarillo bossa nova de esa  camiseta. 
   Un Celtic de Glasgow-Roma o unPSV Eindhoven-Borussia Mönchengladbach, por decir algo, son un partido de fútbol; un España-Brasil se llama igual pero es otra cosa, por la misma razón que Maracaná, el Santiago Bernabéu o  Wembley no son nada más que campos de fútbol. Cuando uno va a comer al restaurante de la Torre Eiffel, no está dentro de un edificio sino en el interior de una obra de arte; cuando uno sale a jugar a Maracaná, no está en un estadio, sino en un museo. O sea, que con todos esos ingredientes en la mesa de la cocina, quien se pierda el partido de esta noche sólo puede hacerlo porque tenga algún plan mucho peor. 
   Si la Copa Confederaciones era casi un torneo de verano al que se ha querido convertir en medio Mundial, hay que reconocer que en esta ocasión el invento no le ha podido salir mejor a la FIFA, porque una final entre el mejor equipo de los últimos tiempos y el mejor equipo de la historia, no tiene precio. Desde este artículo hasta las doce de la noche, hay espacio para muchas  preguntas. ¿Qué va a ocurrir? ¿Cuánto se nos va a notar en las piernas la prórroga del viernes contra Italia? ¿Qué influencia pueden tener en el desarrollo del encuentro el público y el árbitro? ¿Cuánto se parece Neymar al nuevo Pelé que nos han vendido una vez más? Creo que España,  en principio, tiene hoy en día dos ventajas esenciales sobre Brasil: los nuestros son mejores futbolistas y son más rencorosos, porque casi todos compiten  contra sus fantasmas además de contra sus adversarios.  Casillas juega contra Mourinho; Torres mete goles contra Villa; Pedro corre contra el propio Neymar, que le ha quitado el puesto en el Barcelona sin bajarse del autobús; y por añadidura, todos lo hacen a las órdenes de Vicente del Bosque, un preparador que, por pura justicia poética, entrena contra el Real Madrid. Son muy buenos y tienen muchas ganas de demostrarlo, juegan para cerrar bocas y lo hacen con tanto arte que nos dejan boquiabiertos. 
   Cuando el gran Del Bosque dijo ayer que España jugará hoy “con valentía y sin miedo”, no estaba cometiendo ninguna redundancia: ser valiente sirve para no verte a ti mismo más pequeño  de lo que eres; no temer a tu enemigo, sirve para no verlo más grande de lo que es. Y, sinceramente, yo creo que a éste Brasil no le tenemos que jugar de usted. Eso sí, están en su casa, saben a quién tienen enfrente y del minuto uno al noventa les van a dar vueltas en la cabeza dos versos de Neruda que quizás no hayan leído: “Ya no es posible, a veces, / ganar sino cayendo.” Ellos van a tener que saltar mucho si quieren pasarnos por encima. Nosotros sólo tenemos que estar a nuestro nivel. Ésa es la diferencia. Ésa y que el mejor futbolista brasileño de la actualidad es Iniesta y va con nosotros.

domingo, 23 de junio de 2013

Unas horas de descanso y otra vez a intentar "ser como William Blake / que golpeó los muros / hasta que la verdad respondió a su llamada", como dice en uno de sus poemas Yeats.

sábado, 22 de junio de 2013



Gran concierto anoche del joven maestro Miguel Poveda en Las Ventas. Qué jefe. Tiene un arco iris en la garganta y a la hora de cantar come con una cuchara en cada mano como dice Vargas Llosa que hacía Neruda. Canta con paladar pero también con hambre, y prueba de todo: tangos, boleros, rancheras, coplas y, naturalmente, flamenco; pero es que además lo hace todo bien y las dos últimas cosas de manera sublime. Aunque cuando se puso mexicano para hacerle un homenaje a Chavela Vargas, nos rajó la camisa. Y hay algo más, su respeto por los maestros, que es emocionante. Cuanto más grande se hace, más de abajo arriba los mira. Aquí os dejo una foto con él.

miércoles, 19 de junio de 2013

Buenos días, aquí estoy, trabajando sin cesar -"la poesía se escribe con toda la vida", dice Jacques Robaud- en el libro de poemas. No hay nada ya que lo impida, las vallas quedaron atrás y esto se ha convertido en una carrera de cien metros lisos. La novela y los cuentos están entregados, vienen de camino y van a ser muy guapos, porque las portadas que les está haciendo Eva Vázquez, son deliciosas, ya lo veréis. Ahora, sólo tengo ojos para los poemas: ¡ha pasado demasiado tiempo desde Marea humana! Qué ganas de releer lo ya hecho en estos años, terminar lo que está a medias -que es bastante-, revisar los millones de notas que hice en mis cuadernos -eso me divierte, sobre todo cuando encuentro cosas que ni recordaba haber apuntado- y hacer otros poemas nuevos. Los dos últimos versos que he escrito, para cerrar uno que habla de cómo a veces tus palabras intentan ocultarte lo que quieres decir cuando discutes, porque en medio de las peleas el orgullo o la ira suelen ser más fuertes que la razón e incluso que los sentimientos, son así: "Qué difícil resulta saber callar a tiempo / a la hora de escribir y de quererse." A ver qué sale.

lunes, 10 de junio de 2013

Una buena noticia que quiero compartir con vosotros: ya acabé el libro de relatos, que saldrá en septiembre junto con la novela. El último cuento que he es escrito se llama "Podéis soñar, pero no podréis dormir." ¿Os suena de algo...? Como tiene una gota de historia de fantasmas y sonámbulos, a Victor Hugo, a mi derecha en la foto, tal vez le hubiera gustado. Pero a él le gusta más Dickens, por su afición a las ciencias ocultas y su militancia en la lucha de clases. Por cierto, que acaba de aparecer en la editorial Cátedra su libro Canción de navidad y otros relatos, al que le he hecho el prólogo y donde cuento la afición del maestro por una cosa y la otra.



jueves, 6 de junio de 2013

         Esta mañana acabo el último de los relatos del libro de cuentos que saldrá en septiembre, a la vez que la novela. Son obras independientes, que desde luego se podrán leer por separado, pero también hay un pasadizo que lleva de una a otra. Ahora hay que conseguir que las dos portadas hablen el mismo idioma. En esa foto del otro día en Cádiz, ya estaba pensando en ello...


martes, 4 de junio de 2013

Algunos aforismos nuevos, escritos después de Pura lógica, para ir formando otro libro en el futuro. Aunque a mí me hubiera gustado escribir éste: “Donde tenemos razón no crecen las flores” (Yehuda Amijai)



1

Vigila las garras del león mientras acaricias su melena.


2

 Si no imaginas lo desconocido, no podrás reconocerlo.


3

No hay vida más vacía que una tumba sin flores.


4

No conoces los sitios de los que no te alejas.


5

Perseguir es huir hacia otro.


6

Al final, los recuerdos duran más que el pasado.


7

Lo que es verdad al pie de la montaña, en la cumbre es mentira.


8

El cocinero hace lo mismo que el poeta: que los alimentos recuerden su sabor.


9

La oscuridad sólo te da lo que tú mismo le robas a la  luz del día.


10

Una hazaña no puede ser sencilla, porque entonces sería sólo un éxito.


11

El vanidoso cree que sólo con seguir sus propias huellas, llegará a la cima.


12

Hay dos maneras de hacer ver a los demás algo que no sabían: inventarlo o descubrirlo.


13

Las personas independientes son las que pueden elegir a quién necesitar.


14

No ir a un sitio ya es alejarse de él.


15

La abeja es el pasado de la miel.


16

Lo imposible nunca cambia.


17

Tener recuerdos no es tener memoria.


18

El vacío está lleno de los que caen a él.


19

Los enemigos dignos te hieren cara a cara; los cobardes te hieren en los otros.


20

El que se habla a sí mismo, casi engaña al silencio.


21

Deja de buscar las llaves, inventa otra puerta.


22

El pasado no puede ir más deprisa.


23

Cada cosa que aprendes es una mentira menos que te pueden contar.


24

Hasta el día más triste se termina a las doce.


25

La codicia es la escoria del deseo.


26

Mirar es más fácil que ver.


27

No se puede ser uno mismo a solas.


28

El éxito alimenta; la fama devora.


29

Se echa de menos más a quien sabe irse a tiempo.


30

Si quieres descubrir algo, no sigas la flecha.



En septiembre publicaré al mismo tiempo una novela y un libro de relatos, ya contaré por qué razón. Ahora que se acerca el verano, sin embargo, dejo aquí este que salió hace tiempo en un periódico y que no estará incluido ahí.




El día de mañana


                      Por Dios santo, si tienen ocho y nueve años, se dijo, mientras los miraba jugar en la playa. Estaban en la orilla y levantaban un muro de arena con sus palas de plástico, convencidos de que con él podrían detener el mar, y esa inocencia le hizo sentirse aún más culpable por lo que había hecho. La escena transcurría en Rota, Cádiz, que es donde tiene su casa de verano, y los dos niños a los que observaba de lejos, sentado en una hamaca y con un libro entre las manos, se llaman Dylan y Guillermo. Ella es hija suya y, como cada año, pasaba con él los últimos días del mes de junio, porque así es como lo ha pactado con su madre: durante el invierno, la tiene los martes, los jueves y fines de semana alternos, y en las vacaciones cinco días de junio, todo agosto y otros cinco de septiembre. Los divorciados son gente muy organizada.
                            En cuanto al chico, se llama Guillermo, vive con su madre en la misma urbanización y Dylan y él son amigos inseparables desde que se conocieron, cuando tenían, respectivamente,  cuatro y  cinco años. Es verdad que sólo se ven en verano, en Semana Santa y en algún que otro puente en el que coincidan las dos familias, pero cuando no están juntos se recuerdan y se echan de menos, y no sólo porque el ser humano sea nostálgico por naturaleza y piense que las cosas que se pierden se vuelven importantes, sino también porque ninguno de los dos conoce en Madrid o en Sevilla, que son los lugares en los que residen, a otro niño con el que se lleve igual de bien. Sus padres suelen ironizar sobre el futuro y fingen hacer planes de boda.
                            Él sabe que todo eso no es más que una broma, pero también que no se trata de una broma vacía, sino de ésas que esconden un por qué no en el fondo. Volvió a mirarlos y trato de adivinar cómo serían dentro de un tiempo, física y moralmente. Ahora los dos son guapos y listos, están llenos de energía  y de imaginación, son dulces, cándidos y egoístas igual que el resto de los niños de este mundo y cuando se enojan cada uno sobrelleva el enfado a su modo: ella se entrega a la melancolía y él al orgullo. ¿Serían también así de mayores? Mientras se lo preguntaba, Dylan lo miró, adoptó una postura provocativa que sin duda imitaba las de alguna cantante que le gustase, le lanzó un beso e hizo una zalamería que a él le encantaba y que consiste en colocar los dedos índice y pulgar de las dos manos de manera que formen un corazón y ponerlos sobre el pecho. Qué maravilla de criatura, pensó, con su cara preciosa, la piel dorada por el sol y la luz colérica del mediodía refinada por el amarillo de su melena rubia.
                            Por lo general, las historias que ocurren en verano se vuelven mentira en cuanto regresas a la ciudad, son tesoros en el sitio en que los encuentras y bisutería en el lugar al que los llevas, similares a esas piedras que los bañistas cogemos en las playas y que parecen minerales misteriosos o joyas primitivas mientras están mojadas por el océano, pero al secarse y perder su brillo se convierten en nada, mueren durante el viaje, dentro de las maletas, y se transforman en simples guijarros. Claro que no siempre es así, y hay aventuras que sobreviven al frío y a los horarios laborables. Se preguntó si la de Dylan y Guillermo sería una de ellas y, puestos a fantasear, se entregó a las conjeturas y, sin poder evitarlo, a los malos presagios: cómo no hacerlo, si su experiencia matrimonial había sido degradante y su divorcio un auténtico calvario. Además, debía de reconocer que es excesivamente protector con su hija, uno de esos padres llenos de miedos, capaces de ver peligros por todos lados y, si le obligan a ser sincero y a confesar lo que siente, temeroso de que llegue la adolescencia y se la quiten, la hagan sufrir, la arrastren a una vida dura o, como mínimo, vulgar. En alguna ocasión en que Guillermo y Dylan estaban disgustados, se reía por fuera y les decía que como se habían dado la vuelta para saltar de la devoción a la animadversión, él les pensaba llamar del revés, Landy y Mollergui, hasta que se reconciliasen. Pero por dentro, la tristeza insustancial de su hija lo atormentaba de un modo desproporcionado y lo llenaba de malos presentimientos, mientras que el desdén con que el muchacho la trataba durante un par de días, para hacerse el fuerte, le parecía un aviso de cara al día de mañana. En esas ocasiones se avergonzaba al sorprenderse espiándolo, para buscar en su rencor aún inofensivo cualquier desaire, mal modo o gesto cruel que pudiera interpretarse como un eco del porvenir, una voz de alarma.
                            Pero, como ya he dicho, lo que había hecho la tarde anterior no le hacía sentirse  avergonzado, sino culpable. Desde luego, había sido una tontería sin mayor importancia, pero lo cierto es que cuando volvió a ver a la madre del niño tuvo ganas de pedirle disculpas y notó que se ruborizaba. Lo que había pasado la tarde antes fue que al regresar de la playa, Dylan había insistido en ir a merendar a casa de Guillermo y que, media hora más tarde, la mujer había telefoneado para decirle que los niños querían ducharse juntos y para preguntarle si no le importaba. Ya tendrán tiempo de no poderlo hacer, añadió, queriendo quitarle hierro al asunto. Pero él dijo que no, puso una disculpa y mandó a su hija ir a bañarse a casa. Al colgar, se sentía sucio y mezquino.
                            Sentados a la orilla del mar, los niños moldeaban la arena como si conocieran un modo de gobernar el tiempo. Su muralla había crecido y se había hecho más compleja, adornada por torres y cúpulas y consolidada a base de palos que hacían de contrafuertes. Llegó una ola, y la barrera resistió el asalto. Llego otra y siguió en pie. Dylan y Guillermo se abrazaron y dieron saltos de júbilo alrededor de su obra. Vistos allí y en ese momento, eran la pura imagen de la felicidad. Intentó, de nuevo, vislumbrarlos veinte años más tarde. ¿Estarían juntos? ¿Conservarían esa alegría circular, sin ángulos sombríos? Bueno, y por qué no, se dijo, si tiene que ser, mejor con Guillermo que con cualquier otro. Después cerró el libro que tenía entre las manos y sonrió a su hija, que corría hacia él agitando los brazos y contándole a gritos su hazaña. Veinte años más tarde…. Quizá para entonces él ya no estaría aquí. 
Ummm, ahora recuerdo este blog, igual es el momento de usarlo de nuevo. Aquí, en un ser o no ser futbolístico. Es una fotografía de la revista Líbero que se hizo para la conversación con Jorge Valdano.